Por fin llegó el día y aterrizamos en Escocia, concretamente en el aeropuerto de Edimburgo, de donde partiríamos con el coche de Arnold Clark hacia Highlands para disfrutar de 12 días recorriendo el país.
Lo primero decir que el aeropuerto me pareció algo caótico, con muchísima gente por todos lados que nos hizo perder algo de tiempo buscando el dichoso teléfono con el que debes contactar con la agencia de Arnold para que te envíen un coche a recogerte al aeropuerto. Una vez salvado este contratiempo, la atención fue estupenda y la verdad es que en poco más de media hora nos poníamos rumbo a Stirling con nuestro Toyota.
Nos esperaban nada menos que 11 días por Escocia, subiendo por su parte este y regresando a Edimburgo por el oeste para terminar allí el viaje, y en todos esos días, esperábamos contar con un tiempo lo suficientemente bueno como para volver con un estupendo sabor de boca.
Este día lo pasamos recorriendo Stirling, comenzando por su castillo, donde nos encontramos con un primer problema nada más llegar, y es que el aparcamiento estaba lleno y tuvimos que esperar pacientemente hasta que nos dejaron acceder previo pago de 4 libras, ni más ni menos.
Una vez estacionado el coche, nos dirigimos al castillo para comprar nuestro pasaporte para visitar Escocia (Explorer Pass), y eso que ya no dan el pasaporte como tal sino un libreto que contiene el detalle de todos los monumentos visitables y al que te grapan dos pequeñas hojas donde de manera manual cada día te completan la fecha de la visita y te van pasando el código de barras por el lector (no sea que intentes colarte dos veces en la misma atracción).
En nuestro caso, pagamos 38 libras por un pasaporte válido durante 14 días a la hora de recorrer el país, que nos permitía usarlo un máximo de 7 días.
Del castillo decir que es impresionante, en nuestro caso cogimos las audioguías aprovechando que las tenemos en varios idiomas, y la verdad es que así la visita se nos hizo muy amena y sobre todo descubrimos los rincones más significativos del lugar.
También es verdad que luego merece la pena la visita por iniciativa propia al taller de tapices, y por supuesto también hay que echar un vistazo a la exposición permanente de distintos elementos como máscaras, trajes, vajillas, etc.
En algunas salas además nos encontramos con escoceses vestidos para la ocasión que no tenían ningún problema en incluso intentar explicarte en tu idioma qué es lo que representaba la sala, y sobre todo a quién representaban ellos.
Es de destacar además que en todas las salas esté permitido sacar tus propias fotos y disfrutar de todo el mobiliario, eso sí, siempre con respeto y sin manipular ningún objeto, sobra decirlo...
Además del castillo, en Stirling podemos también visitar el famoso monumento a William Wallace, que apreciaremos desde los cañones mirando a la colina de enfrente a varios kilómetros, y no podemos dejar de dar un paseo por toda la zona monumental.
En la foto, sacada desde el castillo, se ve cómo queda Stirling justo situado en el valle, y al otro lado de la ciudad disfrutamos de la silueta del monumento a Wallace, a cuyo interior es posible acceder (previo pago de 8 libras), y desde donde se pueden disfrutar de vistas panorámicas además de ver su espada (aunque yo sigo siendo escéptica al hecho de que sea la de Wallace de verdad...).
Y por último, terminamos el día descansando en Premier Inn de Stirling, algo alejado del centro pero perfecto si os movéis en coche propio, ya que se encuentra cerca de la salida de la ciudad y por tanto, es un punto de partida ideal de cara a salir a primera hora al día siguiente.
Este día lo pasamos recorriendo Stirling, comenzando por su castillo, donde nos encontramos con un primer problema nada más llegar, y es que el aparcamiento estaba lleno y tuvimos que esperar pacientemente hasta que nos dejaron acceder previo pago de 4 libras, ni más ni menos.
Una vez estacionado el coche, nos dirigimos al castillo para comprar nuestro pasaporte para visitar Escocia (Explorer Pass), y eso que ya no dan el pasaporte como tal sino un libreto que contiene el detalle de todos los monumentos visitables y al que te grapan dos pequeñas hojas donde de manera manual cada día te completan la fecha de la visita y te van pasando el código de barras por el lector (no sea que intentes colarte dos veces en la misma atracción).
En nuestro caso, pagamos 38 libras por un pasaporte válido durante 14 días a la hora de recorrer el país, que nos permitía usarlo un máximo de 7 días.
Del castillo decir que es impresionante, en nuestro caso cogimos las audioguías aprovechando que las tenemos en varios idiomas, y la verdad es que así la visita se nos hizo muy amena y sobre todo descubrimos los rincones más significativos del lugar.
También es verdad que luego merece la pena la visita por iniciativa propia al taller de tapices, y por supuesto también hay que echar un vistazo a la exposición permanente de distintos elementos como máscaras, trajes, vajillas, etc.
En algunas salas además nos encontramos con escoceses vestidos para la ocasión que no tenían ningún problema en incluso intentar explicarte en tu idioma qué es lo que representaba la sala, y sobre todo a quién representaban ellos.
Es de destacar además que en todas las salas esté permitido sacar tus propias fotos y disfrutar de todo el mobiliario, eso sí, siempre con respeto y sin manipular ningún objeto, sobra decirlo...
Además del castillo, en Stirling podemos también visitar el famoso monumento a William Wallace, que apreciaremos desde los cañones mirando a la colina de enfrente a varios kilómetros, y no podemos dejar de dar un paseo por toda la zona monumental.
En la foto, sacada desde el castillo, se ve cómo queda Stirling justo situado en el valle, y al otro lado de la ciudad disfrutamos de la silueta del monumento a Wallace, a cuyo interior es posible acceder (previo pago de 8 libras), y desde donde se pueden disfrutar de vistas panorámicas además de ver su espada (aunque yo sigo siendo escéptica al hecho de que sea la de Wallace de verdad...).
Y por último, terminamos el día descansando en Premier Inn de Stirling, algo alejado del centro pero perfecto si os movéis en coche propio, ya que se encuentra cerca de la salida de la ciudad y por tanto, es un punto de partida ideal de cara a salir a primera hora al día siguiente.