La primera noche que pasamos en Portugal, decidimos hacerlo en la localidad de Nazaré, un bonito pueblo que nos habían recomendado por activa y por pasiva, por esa enorme playa de arena, y por su curioso casco histórico completamente encalado en pequeñas casitas de color blanco.
Pues bien, si algo es practicamente inprescindible en Nazaré, es precisamente acercarse al extremo que queda junto al acantilado donde se puede tomar un funicular que en pocos minutos te sube a un mirador donde puedes disfrutar de unas vistas increíbles.
En nuestro caso, subimos ya anocheciendo porque entre que nos dimos un baño en la piscina del hotel y nos arreglamos para salir se nos fue un poco la tarde, pero lo cierto es que tanto de día como de noche merece la pena subir. Es verdad que de día la cosa debe ser más impresionante puesto que podrás apreciar detalles que de noche ya seguramente sea imposible, como la inmensidad del mar, sin embargo, también es verdad que de día te perderás la iluminación del pueblo de Nazaré y en cierto modo un ambiente especial con el ambiente que se adivina desde arriba en toda la zona del paseo de la playa, etc.
En lo que son las cercanías del mirador, como es de imaginar, está el propio funicular, y después uno puede caminar más allá para ir bordeando un poco el acantilado y seguir disfrutando de las vistas, aunque sinceramente una vez visto Nazaré allí abajo pues tampoco me pareció que hubiera muchísimo que hacer.
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