Este fin de semana, con la intención de hacer una escapada cerca de casa nos hemos acercado hasta la zona noroeste de Zaragoza, o más en concreto a esa zona limítrofe de Zaragoza con Navarra, que forma parte de la comarca de las cinco villas zaragozana, pero donde además podemos disfrutar de joyas románicas como el Monasterio de Leyre navarro.
Comenzamos nuestra escapada por la sierra de Leyre, donde encontramos el monasterio que toma el nombre de la sierra, y que nos permite visitar una de las criptas mejor conservadas y más sorprendentes del románico, y es que poder acceder a su interior, y saber que semejantes pilares son capaces de sostener una edificación como la iglesia, no puede menos que
dejarnos con la boca abierta.
La visita tanto al monasterio como a la cripta es en todos los casos guiada, y tiene un precio por persona de 2,75€ (a junio de 2013), por lo que el precio no es en ningún caso un impedimento, sino más bien una invitación a entrar.
Sorprende además, una vez en la cripta, ver esos capiteles de tamaños tan enormes y sobre todo el hecho de que queden situados a media altura, todos ellos diferentes, y desde luego, especiales por la decoración que llevan.
Después la visita transcurre por el antiguo claustro exterior para acceder a la iglesia, donde en nuestro caso tuvimos que esperar un poco antes de entrar puesto que los monjes, que siguen siendo de clausura, estaban terminando con sus rezos. Una vez en la iglesia, sobre todo nos quedamos con la sensación de que la iglesia, construida sobre un pequeño templo mozárabe fue modificando poco a poco su orientación para no orientarla totalmente al este, plano que puede comprobarse cuando uno se sitúa en el extremo puesto al altar, y sobre todo echando un vistazo a los planos que tienen en la misma iglesia y donde se ve perfectamente el alineamiento o mejor dicho falta de alineamiento entre los pilares de la iglesia. Y por último, la portada de acceso a la iglesia, de esas que pretendían enseñar al pueblo con imágenes, y donde podemos encontrar algunos de los pecados capitales, como la gula, la lujuria, o incluso la avaricia, con una perfecta conservación de las figuras.
Una vez visitado Leire, ya nos encaminamos hacia Sos del Rey Católico, primero con la intención de dejar las maletas en el parador, que será nuestro alojamiento del fin de semana, y segundo con ganas de callejear por la villa medieval, donde incluso podemos encontrar señales de la antigua judería.
Eso sí, una variante que no podemos dejar escapar es pasar a visitar el castillo de Javier antes de acercarnos a Sos, ya que actualmente podemos encontrar una zona muy bien acondicionada con servicios como un comedor cubierto, aseos y campas para disfrutar por ejemplo con los chavales, además de poder visitar la fortaleza medieval en tonos de ladrillo rojo, y que tan sólo queda a 8 km. De Sangüesa.
En Sos, recomiendo realizar la visita turística a partir del servicio oficial de turismo, cuyo punto de encuentro es el palacio de Sada, y que sólo 2,75€ por persona (a junio de 2013), te hará conocer un poco más esta villa zaragozana después de poco más de una hora.
De toda la visita, la verdad es que como aspectos destacables tengo que reconocer que me ha sorprendido por ejemplo su antigua judería, donde incluso se conservan algunas casas con señas de algún judío convertido al cristianismo, y que es un auténtico laberinto en la villa. Por otra parte, es de destacar que todos los edificios significativos de la villa
son reutilizados para actividades cotidianas, y así por ejemplo encima de la Lonja queda situada la biblioteca municipal, y en el palacio Español de Niño se celebran congresos, fiestas de navidad, bailes, etc.
¿Algo para recordar? Pues las vistas desde la parte alta de la ubicación del castillo, justo al lado de la bien conservada torre del Homenaje, y desde donde uno puede contemplar y darse cuenta de los dos promontorios rocosos donde se asienta Sos, ya que los dos puntos más altos quedan por un lado en el castillo e iglesia, y por otro, justo en el Palacio de Sada donde naciera Fernando el Católico.
Por último, como curiosidad decir que fue aquí donde se rodó de manera íntegra la película de Berlanga titulada “La Vaquilla”, de manera que uno puede dedicarse a buscar doce sillas de rodaje que han sido situadas por las calles con mención a alguno de los autores del reparto, y acompañadas por una frase de la película.
¿Nuestro alojamiento? Nada menos que el parador de turismo, que como suele ser habitual, no defrauda. Nuestra habitación, en la tercera planta quizá no tenía las mejores vistas del mundo, ya que daba contra una de las piedras sobre la que se asienta Sos y tenía más bien escasas vistas, sin embargo, la encontramos muy acogedora, con una cama doble, y una zona de butacas con una mesita, y por supuesto un baño completo.
Quizá lo menos destacable de la estancia haya sido el servicio de restaurante a la hora de la cena, ya que acudíamos con media pensión, y de no ser así probablemente no hubiéramos cenado allí. Esperamos más tiempo del objetivamente normal para que nos tomaran nota, y por otra parte, los platos que tomamos no nos parecieron en algún caso a la altura de un alojamiento cuatro estrellas, así que bueno, no puedo menos que no recomendarlo, a pesar de que por ejemplo el postre sí que nos lo sirvieron con
buena presentación, y los platos principales (entrecot y bacalao) estaban buenos.
El servicio de desayuno sobra decir que a la altura de los paradores, para después ni comer, con buena variedad tanto de fruta como de plancha caliente, o embutidos. Y por supuesto también con una buena variedad de bollería y panes.
A destacar que hemos encontrado entre el buffet, algunos alimentos que consideramos que pertenecían a la cena, de manera que la iniciativa de dar salida a por ejemplo la sopa de yogurt, los bizcochos o el brownie que tuvimos ocasión de probar como postre de la cena (Chocolate para compartir), nos ha parecido más que adecuada y correctísima. No se debe tirar la comida y mucho menos si se encuentra con la calidad asegurada para consumirla a la mañana siguiente.
A destacar que hemos encontrado entre el buffet, algunos alimentos que consideramos que pertenecían a la cena, de manera que la iniciativa de dar salida a por ejemplo la sopa de yogurt, los bizcochos o el brownie que tuvimos ocasión de probar como postre de la cena (Chocolate para compartir), nos ha parecido más que adecuada y correctísima. No se debe tirar la comida y mucho menos si se encuentra con la calidad asegurada para consumirla a la mañana siguiente.
Una última visita antes de abandonar Sos para volver a casa, ha sido pasar por el monasterio de Valentuñana, donde actualmente vive una comunidad de Agustinos Recoletos, y desde donde además se puede apreciar una vista única de la villa y de su posición estratégica.
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