El Eden de Gante

Este restaurante fue el lugar que elegimos, o mejor dicho, que nos seleccionaron en el hotel NH para ir a cenar el día de Nochevieja en el año 2009.
Tengo que decir que en primera instancia no estábamos muy convencidos sobre ir a ciegas a un lugar a cenar dejando que el recepcionista del hotel decidiera por nosotros, así que una vez vimos la confirmación de la reserva que nos había dejado en la habitación, de las primeras cosas que hicimos fue acercarnos al restaurante antes de la hora de la cena para echar un vistazo y ver si era de nuestro gusto, y la verdad es que lo fue y con nota.

El restaurante está situado en la plaza Vrijdangmarkt, una de las más bonitas de Gante en la parte vieja de la ciudad, y donde además hay varias terrazas alrededor de la misma. Por fuerta, dispone de una pequeña parte destinada a terraza pero que no es difícil imaginar que en pleno 31 de diciembre a 0º en la calle pues estaba recogida, ya que dentro se estaba mucho mejor y más calentitos.

Por fuera lo más destacado del restaurante es que tiene grandes cristaleras como paredes, de manera que uno mientras está comiendo puede ver toda la plaza, aunque también te ven a ti, claro. Esto nos vino de perlas para echar un vistazo al interior y estar de acuerdo en cenar allí ya que la pinta era bastante buena y los precios según vimos en los menús que tenían en el exterior eran de precios medios. Por cierto que disponían del menú en varios idiomas, y además, pudimos ver que eran especialistas en cocina italiana, belga y también en ensaladas.

Por dentro, el local no es que sea demasiado grande, pero por la distribución de las mesas tienen cabida para bastantes personas, de hecho, lo bueno es que al ser mesas dobles les dan el juego a poder combinarlas para formar grupos mayores, etc. 
Lo que menos me gustó fueron los baños, que eran de estilo prefabricado en color azul, y aunque se entraba por puertas diferentes para hombres y mujeres, luego dentro resulta que sólo te separaba el módulo prefabricado y ¡se oía todo!, además, lo que era el aseo en sí resultaba pequeñísimo e incómodo para desvertirte, aunque por otra parte se agradecía un gran radiador que habían colocado en la pared sobre el retrete, jeje, curioso no podía ser más.

Nuestra reserva era para las 21h, pero aunque para las 20.40h ya estábamos por allí no pusieron objeción alguna y nos tenían reservada una mesa con vistas a la plaza, justo contra la cristalera del restaurante. 
De primeras yo tuve la impresión de que estaban algo desbordados en cuanto a gente en el restaurante, mientras que sólo había dos camareros para servir; sin embargo, y aunque sí que esperamos un ratillo a que nos tomaran nota, también es verdad que llegamos antes de la hora programada, y después, una vez dada la orden, durante la cena no tuvimos que esperar demasiado por los platos y los camareros estaban bastante atentos a que termináramos para retirarnos la mesa.
Un pequeño detalle fue que a pesar de que fuera disponían de carta en español, dentro nos encontramos con la carta en neerlandés, así que más o menos pedimos por similitud con el italiano o el español, y los platos estaban riquísimos.



De la calidad de la cocina no tengo nada que objetar, sino todo lo contrario, la verdad es que aunque pedimos platos de pasta tenían un sabor que poco tenía que ver con lo que estamos acostumbrados, y de hecho, tanto en sabor como en presentación fue toda una sorpresa. ¡Si es que hasta el postre, que fue un Banana Split para compartir era diferente!

De precio pagamos alrededor de 35€ por dos platos principales de pasta, un postre y dos cervezas Leffe, como no podía ser de otro modo al estar allí. Así que en este sentido, la verdad es que a pesar de que se pueda pensar que en plena plaza puede resultar caro, nos pareció que estaba bastante ajustado lo que sería la relación calidad-precio.

Después de esto, sólo puedo decir que el restaurante me parece totalmente recomendable, tanto para comer como para cenar, y seguramente en verano de gusto sentarse en la terraza sobre la misma plaza.

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