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En una de las escapadas a Arán, y haciendo caso de las recomendaciones que nos hicieron en la Hostería Catalana, decidimos hacer un alto para comer en este restaurante que a primera vista parecía una opción más que recomendable, sin embargo, tuvieron que fastidiarlo justo al final, por lo que la experiencia en resumen no fue tan buena como parecía que iba a serlo y desde luego no os lo recomendaría o al menos no sin advertiros antes.

A nivel estético el restaurante resulta muy atractivo ya que la decoración es en madera al completo y las mesas son tablones con bancos corridos a juego, además, tienen un abrevadero a modo de nevera para las botellas de vino, y desde la fuente que da al mismo llenan las botellas de agua que te dejan en la mesa.
Quizá me quedara fría después de comer pero creo que la climatización sería algo a mejorar un poquitín, aunque también he de decir que soy bastante friolera.

Para comer nos decantamos por elegir el menú que parece que elige allí todo el mundo, ya que cuenta con varios primeros a elegir, varios segundos y unos postres, además, tiene algunos extras como un sorbete entre dos platos, y alguna cosilla adicional como una ensalada y guarnición. El caso es que sí que me pareció caro para tratarse de un lugar así, me parece que fueron unos 35€ por persona pero como tampoco había mucho más donde elegir y tenía bastante buena pinta pues nos animamos y escogimos platos sobre el menú ya diseñado.

La calidad de todo lo que probamos me pareció bastante buena, y sobre todo resaltaría un fundido de queso con verduras que nos presentaron en una cazuelita de barro y estaba de rechupete, aunque la carne a las brasas también estaba riquísima y nos quedamos encantados. Quizá fueron un poco más pobres los postres, que tenían pinta de industriales y no acaban de poner la guinda a la comida.

¿Dónde falla entonces el restaurante? Pues sin ninguna duda en el personal que atiende el comedor, y es que si bien resulta imposible que te dediquen una sonrisa en toda la hora y pico que te tiras allí comiendo, resulta todavía peor que ni se disculpen después de haber esperado más de 20 minutos a que te traigan la factura y ya por aburrimiento acabes de pie junto al lugar donde tienen la caja registradora. Estuve a punto de irme sin pagar, aunque entiendo que seguramente entonces se hubieran mostrado preocupados por el hecho de que no abonáramos la factura.

Desde luego no es un lugar recomendable para ir, y a pesar de que comimos bastante bien nos quedó la sensación agridulce por el mal trato al cliente, así que yo no repetiría ni aunque fuera el último restaurante abierto del valle, ya que el trato personal al cliente se merece la importancia que corresponde para que la valoración general sea satisfactoria y en este caso no fue así.

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