El hotel Tredós fue el alojamiento de nuestra última estancia en el Valle de Arán en verano de 2012, y lo primero que tengo que decir es que tienes que ir bastante atento por la carretera para no pasar de largo la entrada porque nuestra primera tentativa fue bajar al pueblo de Tredós y allí vimos que no era.
La habitación que nos asignaron era más bien pequeña y abuhardillada, pero la verdad es que tenía mucho encanto, y como sólo era para un fin de semana no nos importó. Sí que es verdad que el hecho de dejar la maleta en el suelo no resultó demasiado cómodo, y la sensación fue de que se me quedaba pequeña de espacio para desenvolvernos, por lo que para más días la verdad es que hubiera intentado un cambio de habitación. Eso sí, la limpieza era perfecta y la decoración con vigas vistas de madera me encantó, estos sitios de montaña es que tienen un encanto especial.
A destacar el baño, que contaba con una gran bañera, bidet, inodoro y lavabo, y encima tenía una ventanita que dejaba pasar la luz así que por la mañana no hacía falta darle al interruptor. Encontramos todo limpísimo y me gustó contar con enchufe en el baño (que suele fallar en los mejores hoteles), así como que nos dejaran un completo set de amenities.
A voz de pronto la única pega que le pongo al hotel es el aparcamiento, insuficiente desde mi punto de vista ya que una noche nos fuimos a cenar a Vielha y al volver ya no quedaban plazas libres por lo que tuvimos que estacionar el coche junto a la entrada (aunque también es verdad que no nos pusieron ninguna pega).
Sin embargo, un detalle muy a favor de este hotel es su piscina exterior. Se supone o eso habíamos entendido, que estaba climatizada, pero lo cierto es que cuando volvimos de hacer una ruta hasta Montgarri y nos animamos a darnos un baño nos encontramos con que estaba congelada el agua y de hecho yo no fui tan valiente. Quizá esto habría que tenerlo en cuenta porque estamos hablando de mediados de julio.
¿Lo mejor del hotel? pues para mí su desayuno, no es que me pareciera bueno, es que me pareció supremo en todos los sentidos, una atención perfecta, una disposición buenísima de las mesas y distribución de las personas que íbamos bajando a desayunar, y desde luego una calidad más que excelente en los productos.
La única pega que no se podía sacar nada del comedor, así que nos quedamos con las ganas de llevarnos algún bollito para la caminata por si acaso, pero bueno, también hay que entender el por qué lo hacen así.
Tengo que decir que también cenamos una noche allí y el menú nos pareció buenísimo, contando con primero, segundo y postre, que nos sorprendió y nos dejó como nuevos tras el viaje de varias horas para llegar desde Portugalete. Por cierto, si pides vino y no te terminas la botella, no hay problema y te la guardan para el día siguiente.
¿Volvería? sin ninguna duda por supuesto que sí, ya que me gustó mucho la hospitalidad de los empleados del hotel, y tuve la sensación de que la mayoría de los clientes repetían alojamiento, así que no hay mejor prueba de la calidad del hotel que hacerte sentir como en casa.
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